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Anticoagulados, hablan los pacientes

En cardiología, los tratamientos para pacientes anticoagulados tienen como objetivo evitar que se produzcan complicaciones asociadas a la formación de trombos (coágulos de sangre) como embolias cerebrales o trombosis venosas o arteriales.

Según cuenta el presidente de la AMAC, su día a día como paciente anticoagulado dista muy poco de la vida de una persona sin esta patología.

Si bien es cierto, existen ciertas limitaciones. “El estar anticoagulado supone una limitación en nuestro comportamiento. Por ejemplo, no podemos hacer deportes de competición”, declara.

Los pacientes anticoagulados deben seguir unas pautas estrictas. Un paciente anticoagulado es un paciente crónico. Aproximadamente cada 20 días o cada mes, deben realizarse un control analítico del INR (international normalized ratio).

Tener los niveles de INR fuera de los límites deseados puede llevar consigo graves consecuencias. “De estar excesivamente anticoagulados tendríamos riesgo de sufrir un problema trombótico o hemorrágico, los cuales podrían desencadenar la muerte”, advierte. 

Pacientes anticoagulados: visión de la sociedad y obstáculos

Apunta Juan Manuel Ortiz que en principio “la sociedad no tiene una visión de nosotros muy clara e incluso muchos pacientes tampoco, sobre todo en cuanto al riesgo al que están sometidos”.

Una de las luchas que tienen hoy en día las asociaciones de pacientes es precisamente dar formación al paciente. “Uno de los retos es que tomen conciencia de que son personas anticoaguladas”, remarca.

Finalmente, asegura que la crisis y los recortes han afectado en estos pacientes de una forma muy importante.

“Lo que más nos impacta es que la mayoría de pacientes son pacientes con fibrilación auricular, los cuales representan un 75% de entre un millón de pacientes anticoagulados en España”.

Los nuevos anticoagulantes han tenido un impacto positivo tremendo en la calidad de vida de los pacientes ya que “es una simple pastilla y no necesita controles”, indica.

El problema, apunta, es que estos medicamentos son bastante costosos económicamente (más que otros medicamentos más usuales como el Sintrom), lo cual implica una predisposición desigual según la Comunidad Autónoma y su presupuesto. “Esta desigualdad hace que los pacientes sufran de una forma importante esa carencia de disfrutar de unos fármacos que les darían una calidad de vida muchísimo más aceptable”, sentencia.

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Fuente: EFE/Rafael Díaz